"Cuando el monte se quema, algo tuyo se quema"... era una frase muy publicitada para concienciar a los españoles de que los árboles, los bosques... son patrimonio propio. El slogan caló, pero también hizo mucho daño aquel genial humorista que no se le ocurrió otra cosa que darle la vuelta a la tortilla con su chiste "cuando el monte se quema algo suyo se quema... señor Conde". Parecía que los montes que ardían, cuando eran de propiedad privada y pertenecían al cacique del pueblo (hablamos de la época del final del franquismo) o al señorito o al Conde, pues daba igual que se quemara, que se joda el rico.
Décadas después sigue costando concienciar a la gente de que el monte que se quema es nuestro, de cada uno de nosotros. Nuestros pulmones y nuestra salud, y el equilibrio medioambiental y si me apuras hasta la economía ("es la economía, idiota", que se decía en la Casa Blanca de Bill Clinton) depende de que tengamos montes llenos de bosque verdes en lugar de páramos grises con estacas ahumadas.
Una noche de verano de hace como 25 años en Moratalla (Murcia), donde veraneo, hubo un incendio a unos pocos centenares de metros del cortijo que mi familia tiene en mitad de esos montes. En aquella época no existían los móviles y el tendido telefónico no llegaba hasta esa zona. La orografía ocultaba el resplandor del incendio de la vista del pueblo. En el cortijo estabamos mis hermanas menores (aún no había nacido el pequeño, que tiene ahora 20 años), mi madre, mi tata (la mujer que cuidó de mi madre y mi tío de pequeños, luego de mis hermanos y de mí y de mis primos) y yo, el "hombre de la casa" porque como mi padre estaba en Murcia trabajando entre semana me tocaba, con 12 o 14 años, ser el representante masculino de la familia.
El incendio afectaba a la zona adyacente a la carretera, así que a mi madre le dió miedo coger el coche para atravesar el incendio e ir al pueblo a avisar al retén, de forma que cogimos dos linternas, unas chaquetas, y bajamos hasta el río para, siguiendo su curso, sortear el foco del incendio y poder dar la voz de alarma.
Nunca olvidaré esa noche, nunca. Los dos cogidos de la mano, cruzando bosque y bancales, lugares por donde en otros momentos yo jugaba con mis hermanas y mis amigos o paseaba con mi abuelo aprendiendo esas cosas que sólo nos pueden enseñar los abuelos y que vuelven a nuestra memoria tantas veces. Esa noche era distinto. Esa noche corríamos entre la maleza y los árboles frutales para poder tener el entorno que nos rodeaba intacto y evitar desgracias mayores.
Nuestro camino pasaba a unos pocos cientos de metros del incendio y esa noche vi con horror porqué cuatro pinos ardiendo pueden arrasar miles de hectáreas... por las piñas. Las piñas ardiendo salían despedidas por el aire como bombas incendiarias, con el ruído seco de una explosión y un silbido que a mí me recordaba el de las bombas que dejaban caer los aviones en las películas.
Llegamos al fin a otro cortijo que estaba al otro lado de la ladera donde el fuego acababa con seres vivos, paisaje y futuro, desde allí salieron a avisar al retén y nos dieron cobijo hasta que ya entrada la mañana, controlado y sofocado el incendio, nos llevaron en coche a casa, donde mis hermanas seguían durmiendo ignorantes de los sucesos.
Años más tarde, en un tristemente inolvidable 1994, el horror de esa noche dejó paso a la desesperación, la rabia y la impotencia. Tuvo lugar el segundo incendio más grande de la historia reciente de España, al extenderse durante varios días sin control arrasando casi TREINTAMIL hectáreas. En algunos lugares nunca fue nadie a apagarlo, simplemente se extinguió cuando el monte se acabó y las llamas llegaron a las tierras de cultivo... y esto no me lo ha contado nadie, paso entre otros en bancales pertenecientes a mi familia y pude asistir en directo al triste espectáculo de quedarte en mitad de un bancal viendo como el bosque arde hasta llegar a la tierra cultivada, quema entonces los cuatro matojos que puedan haber en el bancal, achicharra los cuatro almendros que hay más cerca del bosque y ese es el final del incendio... en ese lugar.
En esa ocasión también uno de los puntos álgidos estuvo localizado cerca del cortijo, y de hecho fue en el cercano Camping de La Puerta donde se concentraron los efectivos anti-incendios, pues si el fuego hubiera atravesado el río por esa zona es probable que las llamas hubieran llegado hasta Cazorla, e incluso que hoy día el incendio siguiera activo, por la, y nunca mejor dicho, incendiaria mezcla de dejadez, improvisación, desinterés, falta de medios, descoordinación, ausencia de cortafuegos y limpieza de montes y por supuesto, de la complicada orografía de la zona y la afortunada densidad de vegetación.
Esta tarde la historia parecía que de nuevo iba a repetirse. Como en una maldicion bíblica, los cielos se oscurecieron de repente, a las 5 de la tarde parecía anochecer, se oían lejanos truenos y un repentino vendaval que amenazaba con arrastrar cualquier cosa que no tuviera cimientos llenó en un instante el aire de arena, agua y "arjumas" (para los de fuera de Murcia, esas agujas que caen de los pinos). Poco después escuchamos el sonido de un helicóptero, luego vimos pasar varios camiones de los bomberos y picados por la curiosidad nos acercamos a un cercano embalse de riego, donde sospeché que se estaría aprovisionando de agua el helicóptero, y a la entrada del Camping, donde nos informaron que había sido un pequeño fuego causado probablemente por uno de los rayos de la tormenta y que afortunadamente estaba ya controlado y simplemente estaban refrescando la zona para que no se reiniciara.
Esta vez ha sido sólo un susto y la excusa para poneros un par de fotos y un video. Pero la próxima vez...
2 comentarios:
La fascinación por el fuego, que nos puede tener una hora mirándolo como la lluvia, o como la televisión...
"Si no pasa nadaaaa", así empiezan muchos incendios.
Estos días en Italia, con diez veces más hectáreas quemadas que en España simplemente porque todavía quedan más árboles, el ministro de Medio Ambiente está invitando a los Parques Nacionales, los Ayuntamientos y todo el que quiera a presentarse como acusaciones particulares contra los pirómanos.
Si tuviéramos una ley justa, yo no los mandaba a la cárcel, donde la piromanía degenerará en otras cosas. Yo los ponía (a pan y agua) a limpiar y repoblar el monte, 10 horas al día andando por las zonas quemadas, todo el año, especialmente en fines de semana, días de Champiñón Ligui y verano.
Caro F. es que esa es otra, lo fascinante que resulta desde un punto de vista plástico el fuego. Pero vamos, que sí, que a los responsables no se les castiga como se merecen y por otra aprte, como siempre se dice, los incendios se apagan en invierno... haciendo limpieza en el monte. Pero claro, es que cuesta mucho (trabajo y dinero y tiempo y recursos) desbrozar miles y miles de hectáreas.
De todas formas no sabes la profunda alegría que me llevo cuando veo, como este finde, que zonas del monte que ardió hace 13 años, ya comienzan a estar verdes y tupidas merced a los miles de pequeños pinos que han ido brotando. Es lo único bueno del bosque mediterráneo, que si no aprovechas para urbanizarlo y tienes la fortuna de que durante los años posteriores no llueva demasiado para que el agua no arrastre las semillas y los nutrientes y la capa superficial de tierra, con un poco de fortuna, poco a poco el bosque vuelve a renacer, cuál ave fénix (siempre he querido usar esta frase) de sus cenizas.
Lo malo es que séran nuestros hijos o nuestros nietos los que puedan volver a pasear por esa zona cobijándose bajo una frondosa sombra similar a la que nosotros disfrutamos en su momento :-(
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