24.7.12

Nueva York es un estado mental (reloaded)


















Falta poco más de un mes para volver a Nueva York. Y ya hay parte de mi que está en aquella ciudad. Quizá es que en el fondo nunca me fui de allí.
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Mi primera vez con la ciudad que nunca duerme fue en 2009, quizá un momento único por muchos motivos, entre ellos correr (y terminar... ¡vivo!) el Marathon de Nueva York. Fueron días, lugares, experiencias... muy intensos vividos con grandes amigos en los que sentí que regresaba a un lugar que no me era extraño, y además al mismo tiempo me sentía acompañado por alguien que llevaba en mi corazón y que en ese momento se encontraba a miles de kilómetros de mi. En esta ocasión el viaje va a ser conjunto.
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Quedan aún semanas de preparativos aunque lo fundamental (permisos y billete de avión) ya está conseguido. Pero cada consulta sobre un hotel, un restaurante, un museo, una actividad... me transporta a esa cuadrícula con un enorme rectángulo verde en medio, con manzanas perfectamente numeradas y un dédalo de cañones de acero y cristal que, a fuerza de películas y series, sorprende cuando te encuentras en medio de ellos y sientes que hace años que esa ciudad forma parte de ti.
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Back 2 NYC.
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Aunque en realidad creo que nunca abandoné Manhattan. 

9.7.12

Y la Ciencia avanzó que es una barbaridad


El átomo es el sistema solar que compone el Universo que llevamos dentro.
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El núcleo es un balón de Nivea en el interior de una plaza de toros mientras unas cuantas pelotas de fútbol corren alocadas por el exterior como electrones y protones. Y corren tanto y tan deprisa que como hélices de un ventilador nos impiden atravesar su recorrido con nuestros dedos.
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Así ese movimiento infinito es lo que nos proporciona solidez, corporeidad. Cuanto más rápido se mueven, más calor, y cuanto más calor más rápido se mueven. Sólo con el frío, con el cero absoluto, la inmovilidad llega a paralizarlo todo. Nos desmoronamos por dentro y nos atravesamos a nosotros mismos hasta caer deshechos a nuestros propios pies.
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Y ahora dicen que creen haber descubierto el bossón de Higgs, la argamasa atómica que todo lo une. Al final tantos millones enterrados en los túneles subterráneos del Gran Colisionador de Hadrones sólo sirvieron para descubrir el amor de las partículas elementales.