6.5.08

La sonrisa de sus ojos llorosos


Desde el primer día que nuestros ojos se cruzaron supimos ambos que terminaríamos siendo una persona especial el uno para el otro.
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Pero también desde la primera vez que la abracé supe que no pasaríamos de ser unos grandísimos amigos, aunque yo la amaré siempre. Compartíamos trabajo y esa convivencia, lejos de minar nuestra amistad la fortaleció, nos hizo cómplices, compañeros de alguna que otra juerga, "partners in crime", confidentes, paño de lágrimas y hombro de infinito consuelo.
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Años más tarde me confesó que sin mí a su lado nuestros inicios en aquel periódico la hubieran arrojado en los brazos de la depresión, pero que ni en mis momentos más amargos en lo personal ni en lo profesional me faltó jamás una sonrisa para ella, a las 8 de la mañana, mientras ella entraba en el cercanías de menos 5 que nos llevaba a trabajar en la confección del papel de envolver los pescados del día siguiente.
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Fueron años duros, exigentes, y fuímos todo lo que pueden ser un hombre y una mujer mutuamente sin llegar a sentir la piel desnuda del otro en la propia. Nos llegamos a conocer demasiado bien, por eso ambos sabíamos que no podíamos ser más que lo que ya eramos.
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Sólo hubo una noche, mucho después, cuando ya nos consolábamos de matrimonios rotos y no de parejas inaguantables y pasajeras, una noche en un bar en el que luego añoraría girasoles con destinos prefijados, en que miré a sus ojos azules intensos como el mar del norte de donde procedía, y tuve que detenerme para no besarla. Nuestras risas se mezclaban con la música y el alma se me salía por los poros, y la certeza de su presencia no lograba aquietar mi ánsia por su lejanía en todo lo demás. Esa madrugada, cada uno ya en su casa, sólos a conciencia, nos enviamos unos cuantos mensajes al móvil, como adolescentes, con palabras que traslucían algo más que el agradecimiento por una noche que pudo haber sido nuestra.
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Un día, mientras volvíamos a nuestro despacho (porque además compartíamos despacho desde que salimos de la redacción masificada) los hijos de un compañero correteando por el pasillo de dirección nos obligaron a aproximarnos, y mi instinto me llevó a unir mi cadera a la suya mientras para mantener la verticalidad posaba mi mano sobre su cadera, firme y elástica bajo unos vaqueros que parecían haber sido fabricados exclusivamente para su cuerpo. Casi parecíamos una pareja, con los chiquillos corriendo a nuestro alrededor. Me sonrió como solía hacerlo sólo a veces, bajando la barbilla, con la boca seria y casi tímida pero con una sonrisilla burlona asomándose a sus ojos. Me habló con esa voz suya delicada y musical y que a pesar de los años no había perdido del todo su ligero deje extranjero, lo que me la hacía más irresistible si cabía.
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"Sabes que nunca funcionaría".
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Entramos en el despacho, donde de los altavoces de su ordenador salía la melodía del más delicioso cuarteto de cuerda jamás escrito, la "Música nocturna para las calles de Madrid" de Boccherini. Nos sentamos cada uno frente a su pantalla y comenzamos a preparar lo que nos acababa de pedir nuestro jefe de área. Tras unos momentos, rompí el silencio.
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"Lo sé... desde el primer momento lo supe".
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Esta mañana era otra información la que nos debía mantener ocupados fuera de la redacción, pero el destino tiene sus propios planes para nosotros, pobres mortales, y terminamos asistiendo al parto de una jóven suramericana en mitad de la calle. Le decíamos al unísono que empujara, el bebé casi salía sólo pero necesitaba un poco de ayuda extra. La cabeza estaba prácticamente fuera y solo un empujón final bastaba para concluir el trance. Contemplar desde tan corta distancia la llegada a este mundo de un ser humano era algo para lo que quizá no estábamos preparados ninguno de los dos. O ninguno de los cuatro. Mientras el Policía Municipal que finalmente se personó en el lugar de los hechos buscaba por sus bolsillos algo para cortar el cordón umbilical y hacer un torniquete (finalmente me entendió cuando le señalé la pinza de su corbata), dejé a la niña (era niña) sobre el vientre de la madre, que sudorosa y llorosa miraba a su hija como nadie la miraría jamás.
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Yo tenía las manos manchadas de sangre y llenas de vida nueva. Ella, mi compañera de tantos años, mi imposible amor secreto a voces, me las cogió, me las apretaba, le temblaban sus manos y buscaba en las mías un asidero firme que yo también precisaba. Lloraba y en sus ojos vi una alegría que no conocía. Tantos años desentrañando sus más mínimos gestos y siempre me guardaba una sopresa como esta. Me besó y en sus labios había sentimientos guardados durante más de diez años. Todos esos años pensé que ya había agotado mis lágrimas por ella pero aún me quedaban unas cuantas que aproveché para dejar salir por considerar apropiada la circunstancia y oportuno el momento.
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Anoche soñé que hoy soñaría con ese beso, y que no sería un sueño, sino un recuerdo.

17 comentarios:

sushi de anguila dijo...

Precioso, precioso, y muy bien escrito...tampoco estará mal tu libro de relatos cuando te decidas a publicarlo, tal y como sucedió con nuestra querida Lola Gracia...

Antonio Rentero dijo...

Muchas, muchísimas gracias, Unagi-san.

El tema es que antes de publicarlos... tendré que animarme a escibirlos :-)

Y como dice mi amigo Javi que yo diría en estos casos "pero todo esto sin obtener beneficio económico alguno ¿eh? que trabajar a cambio de dinero es cosa de pobres"

:-)

José Córdoba dijo...

Realmente hermoso y muy bien escrito. Transmite muchísimo. Ha sido un modo genial de comenzar el día.

¡Un abrazo!

Prandez dijo...

en dos palabras: a-cojonante. Quee maricón eres. A ver si dejas que esto salga más a menudo.

Antonio Rentero dijo...

Muchas gracias por estos inmerecidos (aunque justificados por la amistad que nos une) elogios :-)

Al final conseguiréis entre todos que me ponga en serio con estas cosicas y entonces va a ser peor, que tendréis que comprar los libros que publique, y encima os obligaré a leerlos y os preguntaré de sopetón!!!

¿Os suena bien "Malo es que un tonto se empeñe" como título del recopilatorio de relatos breves?

;-)

Alejandra dijo...

Y parecía usted inocente de todo...

Antonio Rentero dijo...

No soy más que un pecador de la pradera... o de la huerta.

El Circulo de Mauri dijo...

Me dejas muerto con estos relatos, sin duda grandes escritos que algún día podrían ver la luz en una publicación.
Mientras, los seguiré leyendo a través tu blog.

Un saludo

Antonio Rentero dijo...

Muchas gracias, Mauri, espero que sirvan para reconfortarte en tu convalecencia, que no todo va a ser SOS :-)

Y hombre, si un dia reuno la suficiente cantidad de algo escrito que tenga la suficiente calidad para que alguien se atreva a imprimirlo, encuadernarlo y llevarlo a Diego Marín espero que os llene "de orgullo y satisfacción" ser de los pocos que puedan decir "yo lo leí primero en su blog" :-)

il.wey dijo...

Pinche murcianico te has colgado wey!!!!

Preséntame a la muchacha no??

abrazos

Antonio Rentero dijo...

No te preocupes, pendejo, que el día que exista te la presentaré y nos iremos de chelas con ella.

Minúscula Martínez dijo...

Tierno y potente, Rentero.

Tanto salto de blog a blog,llegue a este desfondada, asi que lo anoto en el bloglines, etiqueta "sorpresas q me gustan".

Animate a contarlo, es casi tan importante como vivirlo...

Tras pasar el título original por el generador de nombres para ponencias, te recomiendo este para cuando presentes en el Gaya:

"La percepción postecologista y los girasoles de Van Gogh: un destino postcyberpunk".

B x C

Minúscula Martínez dijo...

Me quedan unos cuantos de los tuyos por ver todavía...qué estress, que sin vivir....¡¡

Antonio Rentero dijo...

"Tierno y potente, Rentero" creo que es de lo más bonito que me han dicho nunca... me lo apunto.

Como me apunto lo de "Animate a contarlo, es casi tan importante como vivirlo", que me parece muy acertado para citarte en la primera página de la novela que algún día publicaré (solo después de haberla escrito):

"El año que viví entre erasmus"

Con lo del generador de títulos para ponencias al que vinculas desde tu blog llevo media hora descojonándome, lo mejor es que algunas de esas ponencias pagaría por escucharlas.

Y no te estreses ante mi stoc de blogs y de entradas en los mismos... tómatelos en pequeñas "diócesis" que si no corres riesgo de empacho.

Digamos que "Emporio Antonio" no se blogueó en un día :-)

Minúscula Martínez dijo...

Don Rentero, no es que quiera poner en peligro lo suyo, eso tan testicular que pone en juego enredando con el famoso generador....

Usté dele texto, que se lo reconvierte sin miedo...

Le aseguro que las he oído más o menos, en esa línea...

B x C

Minúscula Martínez dijo...

Conste que el título de su novela, es buenisisimo...
"El año que viví entre erasmus"...las mujeres leemos más y mejor, y usté logrará la complicidad de las féminas desde las primeras líneas: todas hemos fingido algún erasmus.

Antonio Rentero dijo...

Gracias, gracias, viniendo de alguien del mundillo editorial es todo un cumplido.

Lo de las mujeres lectoras (y apreciadoras de lo leído) es lo que creo que me está atrayendo más en mi "risorggimento" literario, imagino que mi ilusión sería convertirme literariamente en lo que Sofía Coppola logró hacer cinematográficamente en "Lost in translation", el creador que logra captar la atención del sexo opuesto mostrando una nueva perspectiva de los sentimientos.

Un Almodóvar hetero pero sin lúmpen, o de haberlo unicamente por exigencias del guión.

Sobre lo de fingir un erasmus creo que me acabas de inspirar medio capítulo :-)