Se me ha muerto VanGogh.
La semana pasada lo noté algo raro, como mustio, poco activo. Vamos, tampoco es que fuera el diablo de Tasmania, eso le pega más a Pizarra, la otra gata que tengo, que literalmente se sube por las paredes cuando corre por el pasillo estilo Trinity en "Matrix". Le notaba alicaído, pero como tampoco se quejaba de nada y más o menos seguía comiendo y bebiendo pensé que se debería al calor.
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VanGogh debe su nombre al pelo rojizo que en gran cantidad le hacía parecer un enorme tigre. Fue un regalo de bodas que nos hicieron Rocío y Pablo. El gato nació aproximadamente la misma semana en que nos casamos Elena y yo, y cuando a la vuelta del viaje de novios fuímos a una divertidísima y tenebrosa fiesta de Halloween en la casa que los padres de Pablo tienen en medio del Puerto del Garruchal me enseñaron al gato y me enamoré de él. Cabía en la palma de la mano, era una bolica de pelo rojo pero no quisieron que me lo llevaran. La sorpresa llegó la mañana de Reyes, cuando Rocío y Pablo aparecieron en nuestra casa con el gato dentro de una caja que ponía "VANGOGH" y nos lo regalaron. Aunque a Elena no le gustan demasiado los gatos le cogió también mucho cariño y lo enseñaba a las visitas con mucho orgullo. Cuando nos separamos, en plan coña, yo decía que me había correspondido la custodia de VanGogh.
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El pobre pasó lo suyo con apenas un año, porque se le formaban piedras en la orina que le obstruían la uretra y pasó por varias operaciones hasta solucionarlo, una de ellas con riesgo pues tenía la vejiga llena de orina y podría haberle reventado y haber muerto. Afortunadamente todo salió a la perfección gracias al buen hacer de mi amigo Tito Abellán, que después de haber castrado a VanGogh, haberle extirpado en un primer momento la parte final del pene (es un conducto muy estrecho y a la más mínima piedra que lo roce por dentro queda herido y se inflama, impidiendo la micción) y posteriormente el resto, me dijo "ahora ya puedes llamarle Vania".
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A principio del verano le pegué un buen repaso al gatico deshaciéndole nudos y entre eso, que este año ha pelechado bastante y que le cepillaba casi a diario en realidad estas últimas semanas parecía incluso haber disminuído de tamaño. La semana pasada casi le veía pequeño, también comparándolo con Pizarra, estaban casi del mismo tamaño, pero claro, la gata últimamente ha engordado un poco y el gato con menos pelo parecía casi la mitad de gato que siempre.
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El jueves y el viernes incluso consulté algo preocupado con Carolina y Tito, ambos veterinarios, y los dos me tranquilizaron achacándolo al calor, que hace que un gato con tanto pelo se quede sin ganas de ná. Un poco la prueba que hice fue abrir una lata de atún y comprobar su reacción.
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VanGogh solo podía comer un pienso especial medicado porque se le hacían piedras en la orina, pero era oler una lata de atún y se volvía loco. Esta vez no, le puse delante la lata y no le hacía ningún caso. Me asusté, la verdad, pero como tenía el "grupo de control" de Pizarra también le puse a ella la lata delante, la olisqueó pero tampoco le hizo el más mínimo caso, así que concluí que sí, que sería el calor.
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El viernes me fuí a Moratalla a pasar el finde y les dejé tierra limpia y abundante agua fresca y comida, y el lunes al salir del despacho fuí a casa. Tenía un cierto presentimiento esa mañana, la verdad, algo me decía que lo de VanGogh no era simplemente que estaba haciendo calor. Y realmente no me sorprendió lo más mínimo lo que me encontré.
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Al abrir la puerta, como siempre, salió Pizarra a recibirme. Maulló. Dije en voz alta "Hola, Pizarra... me quedo tranquilo al verte... pero ¿dónde está VanGogh?". Me asomé a la cocina y allí estaba, tumbado en el suelo, de lado, como si estuviera durmiendo. "¿VanGogh?", le llamé. Pero claro, no se movió.
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Me quedé unos instantes mirándolo, comprobando que no respiraba, que el pelo del tronco no subía y bajaba rítmicamente, como cuando dormía. Me agaché y le dí un leve tirón de la cola. Pero claro, no se movió.
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Noté la rigidez de su cuerpo, Pizarra se acercó y maulló lastimeramente. Acaricié la cabeza de VanGogh. Cuando lo hacía siempre me llamaba la atención lo caliente que tienen la cabeza los gatos, ahora me impresionó notarla por primera vez tan fría, a pesar de que su pelo seguía siendo suave, era una sensación contradictoria.
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Llamé a un servicio de urgencias veterinarias.
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-Buenos días, mira, es que se me ha muerto un gato.
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-Pues entonces poco puedo hacer ya.
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En realidad sí me ayudó, porque no tenía claro qué hay que hacer cuando se te ha muerto una mascota. El chico me dijo que hasta 20 kilos de peso incluso podía depositarlo en un contenedor de basura orgánica, si es más grande sí que hay obligatoriamente que retirarlo por parte de los servicios ocrrespondientes, pero que dando por sentado que por la relación que se suele establecer con las mascotas tampoco parece muy respetuoso tirar su cuerpo a la basura, si disponía de algún sitio en el campo donde enterrarlo... y eso es lo que hice.
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Lo metí en unas bolsas y me lo llevé al Cortijo.
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Antes de salir de casa, eso sí, me sentí un poco como la bella protagonista de la por otra parte mediocre película "Tú asesina, que nosotras limpiamos la sangre". Curiosamente, para la cantidad de pelo que en vida soltaba VanGohg y que me obligaba a ser bastante pulcro con la limpieza doméstica, una vez muerto el pobre tampoco ensució gran cosa, apenas un poco de humedad en el suelo, pero me resultó curioso estar ahí, echando amoniaco y limpiador con desinfectante en el suelo donde se había tendido por última vez a dormir.
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El viaje a Moratalla con VanGogh en el maletero del coche fue extraño. A veces he pensado llevarme en verano los gatos al cortijo, aunque allí tampoco podrían salir de casa para evitar que se pierdan o que se llenen de bichos de pasear por la tierra de los bancales y el monte. Por otro lado en un momento dado pensé que ahora no podría pasar la prueba del polígrafo si alguna vez me preguntaran "¿ha transportado alguna vez un cadáver en el maletero de su coche?".
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Al llegar al cortijo cogí la pala, me dirigí al pequeño bancal bajo la piscina donde antaño había un enorme cerezo al que trepaba de niño y donde jugaba y soñaba. Hace años que lo arrancamos porque enfermó, y al lado del lugar que ocupa ahora hay un pequeño limonero. Me pareció una buena manera de unir mis recuerdos y mis cariños.
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Me puse manos a la obra y acordándome una vez más del cine, de tantas películas en las que vemos como se cava una fosa donde enterrar un cadáver, me dí cuenta de que en realidad no se lleva tanto tiempo hacerlo.
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Llegué hasta una profundidad de más de medio metro y abrí un hueco cuadrado de aproximadamente otro medio metro de lado. Deposité cuidadosamente a VanGogh, que quedó tumbado de lado, casi en la misma postura que lo encontré esa mañana, con la cabeza apoyada sobre las patas delanteras. Encima puse un trozo enorme de raíz del cerezo con el que me topé al excavar y unas piedras grandes y planas, para complicarle la labor a algún bicho que decida husmear. Llené el agujero de tierra, la apisoné bien con la pala y salí a dar un paseo por el monte a buscar alguna piedra grande, más que para señalizar la "tumba" para evitar en la medida de lo posible que algún animal se dedique a desenterrar al pobre VanGogh. Encontré una grande y rojiza. Como Van Gogh.
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Y allí está, ya no me quedaré embobado mirándolo dormir al sol, con el pelo revuelto y encrespado, ni le acariciaré el lateral de la cabeza hasta que él se vuelque y se deje caer de lado, ni le cepillaré el pelo hasta sacar casi para llenar un colchón, ahora que ya había conseguido que le gustara que se lo cepillara y se quedaba sentado, quieto, encantado de que le quitase de encima parte de su abrigo. Ya no tendrá que quitarse, molesto y desinteresado al tiempo, de encima a Pizarra cuando esta esté en celo (ella, él estaba castrado). Ya no dormirá a los pies de mi cama y no juguetearé con él a que persiga los dedos de mis pies a través de la manta sobre la que dormía en mi cama. Ya no veré su cara de ansia cuando cojo el puntero láser que tengo colgando en la estantería de la entrada para jugar con él a que persiga el puntito rojo por el suelo y la pared del pasillo. Ya no habrá visitas que al llegar a casa se queden asombradas con un gato tan grande y tan guapo, aunque como decía Elena cuando estábamos casados "VanGogh es un gato serio".
16 comentarios:
Sorry wey, tendrás que buscarte otro gato... o gata?? mmmhhh...
Eso si, creo q difícil será encontrar otro q siquiera se le parezca un poco al Vangogh.
Abrazosss
es insustituible, compañero. cada mascota se aprecia y se quiere por lo que es.
lamento tu pérdida antonio, te quedan los recuerdos, de momento aprende a acostumbrarte a su ausencia.
besos.
muchos.
todos.
ana.
Gracias, Güey. Sí que está la cosa complicada para encontrar un gato tan espectacular y tan particular. Tenía su propia personalidad, como muchos animales y pocas personas, creo que terminó pareciéndose al amo, además de en el pelirrojismo (por mi perilla) en la cabezonería... por más que le ponía una manta en los pies de mi cama para que no me llenase de pelos la sábana o la colcha, todas las mañanas me despertaba con VanGogh fuera de la manta y más cerca de mi mano para que le acariciara la cabeza. Sobre encontrar "gata"... este finde voy de despedida de soltero a Alicante... ja parlarem ;-)
Muchísimas gracias tb a ti, Ana, que evidentemente sabes de gatos, como tu nick indica, lo que no está en los papiros ;-) Creo que a diferencia de los perros, los gatos se convierten más en una presencia que en una compañía, a veces tengo la impresión de que el perro es una obligación y el gato un compañero.
Digamos que al perro no tienes más cojones que (si vives en un piso, me refiero, que es lo habitual) sacarlo 2/3 veces al día y te mediatiza a la hora de irte un finde fuera. Al gato le preparas su comida, su agua y su cajón de tierra, y como en el chiste, ya se organiza él. Esa independencia, que a veces puede extenderse a la forma de entender las relaciones personales, tiene la contraprestación de que casi tienes la sensación de que el gato elige estar contigo, mientras que el perro parece que depende de ti.
Siempre se dice que los gatos son independientes y van a lo suyo, y así es, por eso cuando a pesar de esa distancia que parece haber entre gato y hombre ves que el gato se te acerca, te merodea, se tumba en el suelo a una distancia desde la que te tiene controlado y tú a él, y si te levantas y sales de la habitación al cabo de un rato te sigue, pero como si la cosa no fuera con él, te da por pensar que en el fondo has conseguido una complicidad más que una pertenencia.
Nunca me he considerado dueño de un gato (y han pasado unos cuantos por mi casa), igual que no te consideras dueño de la pareja, que elige libremente estar contigo, aunque al final acudes al lugar común de la pertenencia, y dices "tengo un gato" o "tengo una novia", en mi caso es pura formalidad lingüística.
Muchos muchos besicos para tí, tb todos.
Tengo un gato de un año de la misma raza que el que tenías. Lo siento por tu gato. He pasado porque he visto las fotos en planetmurcia y me ha sorprendido.
Un saludo.
Muchas gracias, querido Anónimo, seguro que tu gato tb se convierte en algo muy especial, aunque en todos los aspectos de la vida debemos desembarzarnos de ese concepto de "lo bello es bueno" resulta complicado que no se te caiga la baba con unos gatos tan guapos ;-)
Si tu gato se parece a VanGogh (pelo largo) el único consejo que te puedo dar es que lo cepilles con frecuencia y que le des malta para que no se le formen bolas de pelo.
Saludos.
Has empezado el post casi como Camus su L'Étranger. Y, claro, es redondo; sentido y redondo.
Felicidades.
Gracias por el cumplido, querido Anónimo, parecido casual pq nunca leí esa texto que empieza "Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer", aunque debo confesarte que eso de felicitar un obituario (aunque sea de un gato, que por otra parte no sé si es apropiado lo de hacer obituarios de mascotas) me ha recordado un funeral en el pueblo de mi madre, Moratalla, en el que uno de los deudos del difunto fue saludado con un "que sea enhorabuena"... ;-)
Jajaja. No hombre, no; la felicitación es por tu texto, el motivo ya lo siento, ya.
Un saludo.
Eso me había parecido entender ;-)
De nuevo gracias y saludos.
Lo más parecido a una mascota que he tenido fueron un par de galápagos y otro par de peces. A los cuatro los arrojé por el retrete (era un crío). Otros dos pájaros palmaron súbitamente en la cocina (a saber qué inhalaron) nada más recibirlos como regalo. No volveré a tener un animal doméstico porque me confieso un egoísta humano; no estoy dispuesto a dedicarle un minuto a un animal. Pero me puedo imaginar qué se siente cuando se pierde uno. Ánimo.
Acabo de llegar de Camposol, donde no tenía conexión, y lo primero que he hecho ha sido meterme a leer los blogs amigos.
Siento lo de Van Gogh. Sé cómo debe estar :) Ánimo.
Luís, yo tb tengo esos ramalazos de egoísmo, pero como me encantan los gatos... y además son tan fáciles de cuidar... lo de que sean independientes tb significa que tú lo eres. Comida, agua y arena y te puedes ir una semana de viaje sin tener que dejarte a nadie encargado de sacarles a pasear y esas cosas. En cualquier caso muchas gracias por el detalle.
Athena, muchas gracias a ti tb por tus palabras, pero en fin, después de otras pérdidas que has conocido esto es el chocolate del loro ;-) Y ya puestos con lo de Camposol... ¿como me darías el pésame en inglés? ;-)
Pueeeeeees... I'm very sorry, creo yo :)
Más o menos ;-)
En plan informal se diría "I´m so sorry", ya más formalmente "my (deepest) condolences", incluyendo el "deepest" en función de que la pérdida sea muy grave... y ambas las puedes terminar con un "for your loss" ("por tu pérdida").
Pero ibas bien, veo que la estancia en Camposol ha sido fructífera ;-)
Gracias a Dios, no hemos tenido que aprender a dar el pésame :P
Querido mahn, me perdonarás el humor negro, pero tú lo que tenías que aprender era a recibirlo ;-)
Un fuerte abrazo y me imagino que nos veremos en el sacrif... digo la boda de Ramón :-D
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