Se va a quedar obsoleto y fuera de lugar aquello de "de Madrid al cielo".
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Murcia capea el temporal de la crisis construyendo sin parar edificios para albergar oficinas. Proyectos singulares además (luego ya la estética y el buen gusto van por barrios) que pueden llamar a la ilusión incluso de los que solo van a pasar a lo lejos y verán alzarse torres de cristal y cemento donde la actividad de empresas, despachos, oficinas, negocios en suma podrán desempeñar su papel de aligerador del lastre que mantiene a la Economía pegada al fondo del pozo.
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En medio del "Azca" murciano, entre las avenidas Juan Carlos I y Teniente Montesinos, siguen proyectándose vigas de hormigon que buscan el cielo en medio del imposible calor agosteño capitalino anhelando terminarse y servir de cobijo a los valientes que prefieren arrimar el hombro pese a la que está cayendo según cuenta la previsión meteorológica de las páginas color salmón.
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Que no digan que nos rendimos, que no digan que no se le echa imaginación al asunto y que aunque los cohetes terminan explotando en las fiestas populares, las naves espaciales casi siempre alcanzan logros estratosféricos. Si este edificio de la noticia de La Opinión de Murcia se vende como un transbordador espacial hecho de cemento, y aunque jamás vaya a despegarse del suelo de Espinardo, ya es motivo suficiente par que esbocemos una sonrisa o un gesto de perplejidad, que algunos nos interesemos al pasar por la zona en contemplar el progreso de la construcción, que otros disfruten cuando estén terminados todos esos edificios planeados que configurarán un particular bosque de vidrio y luz por la noche (ahí tenemos ya el foco del edificio JC1 que casi parece llamar a Batman por las noches) al contemplar ese nuevo "skyline" que desde algunos lugares ya constituye no la Murcia del mañana, sino la Murcia de hoy, una Murcia que pese a todo no se rinde a la crisis.
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