30.6.09

Ecolocación humana


Los humanos podemos ver mediante sonidos.
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Se puede decir más alto, pero no más claro. Al menos eso han comprobado los miembros de un equipo de investigación de la Universidad de Alcalá de Henares, desarrollando un método por el que los invidentes podrían desarrollar de manera muy sencilla una especie de sónar, similar al de los murciélagos, que permite detectar objetos y delimitar volúmenes mediante la escucha del "rebote" de las ondas sonoras emitidas por nosotros mismos.
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Los investigadores han calculado la particular facilidad para hacerlo con la producción de determinados sonidos, unos chasqueos en cierto modo similares a los que emiten los delfines, precisamente con la misma finalidad, aunque claro, con menor "gracia": nuestros acuáticos parientes (no son peces, son mamíferos como nosotros) chasquean con una frecuencia de 200 "clicks" por segundo y nosotros somos capaces únicamente de producir 3 ó 4.
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Cantidad escasa pero al parecer suficiente como para provocar una onda sonora que rebota contra los objetos sólidos situados ante nosotros, y educando el oído para "entender" las casi imperceptibles alteraciones en el eco que devuelven los obstáculos, podemos ser capaces de imitar a los murciélagos en muy poco tiempo. Un sistema parecido ya venía usándose para que los invidentes reconocieran el entorno en base a los ecos "devueltos" por el sonido de los golpes de la punta de sus bastones.
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El método consiste en chasquear la lengua en los llamados "clicks palatales", poniendo la lengua en el velo el paladar justo detrás de los dientes y realizando un rápido movimiento hacia atrás.
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Con un entrenamiento de un par de horas diarias, en un par de semanas seríamos capaces de distinguir si ante nosotros hay un objeto, y en otras dos semanas distinguiríamos si tenemos delante un árbol o una acera.
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Puede parecer prodigioso que resulte aparentemente tan sencillo adquirir esa capacidad, pero es como otros muchos aspectos de nuestra vida: cuestión de concentrarse y escuchar.
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¿Quién no ha ido en un coche circulando con las ventanillas bajadas y notaba como cambiaba el sonido de las turbulencias según si atravesábamos una calle estrecha, una amplia avenida o un túnel? El principio es similar. Somos capaces de distinguir alteraciones en el sonido tan nimias, solo que lo fiamos todo a la vista, que es el sentido que tenemos más desarrollado.
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Curiosamente se ha llegado a la investigación de esta capacidad tras largo tiempo en que algunas personas habían desarrollado la misma de manera innata, como es el caso del estadounidense Daniel Kish, que de forma autodidacta y a través del método de ensayo y error logró convertirse en el primer invidente con cetificado de guía de OTROS invidentes. El único lazarillo ciego del mundo.
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Como en muchas otras ocasiones, ya el comic anticipó esto, en el caso de mi superhéroe favorito, Daredevil, que quedó ciego de niño en un accidente con un camión que transportaba material radioactivo, y a cambio de su ceguera desarrolló prodigiosamente el resto de sus sentidos, adquiriendo una especie de "sentido rádar" que le permitía reconocer formas y volúmenes. Pero ya hablaremos otro día de Daredevil, de su mítica etapa a cargo del gran Frank Miller y de como décadas después sigo recordando con pasmosa nitidez una viñeta, aquella dotada de una fuerza devastadora en la que el malvado Bullseye ensarta a Elektra con los propios shais de la amada de Daredevil.
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Os animo a que ampliéis información en el artículo de El Mundo que da cuenta de esta fascinante noticia... y nada, ya tenéis otro pasatiempo para practicar cosas con la lengua cuando estéis a oscuras.

4 comentarios:

aspid dijo...

cierto.
lo de que nos gusta utilizar más la vista.
somos unos vagos, nos es más rápido y cómodo, menos equívoco, más sencillo.

yo he vivido durante años, muchos, en el campo. vivir en él y de él, sobre todo si quieres aprovecharlo, tiene sus recompensas.

los espacios abiertos te permiten agilizar la vista a distancia, cosa que no pasa en las ciudades por la proximidad y aglomeración de todo.
el silencio del campo te hace descubrir sonidos impresionantes, embutidos dentro del mismo silencio ¿conoces la sensación de no oír absolutamente nada?
te rebota hasta el rumor del aire.
y el olfato... aaaaaaaah el sentido del olfato.
a mí se me agudizó en mi primer embarazo, y oye, se me ha quedado un olfato que ya lo quisieran para sí los perros de caza.

pero sí, cierto, estamos vagos.

muy interesante el hilo :-)

Antonio Rentero dijo...

La impronta del monte me sale cuando entre la sinfonía urbana detecto unos pájaros, o veo mecerse las ramas al viento y me esfuerzo por concentrarme en el sonido del roce de sus hojas descartando los motores de los vehículos.

En el campo resulta un agradable placer cerrar los ojos y tratar de situar aquella chicharra, las ranas del río, los chirridos de las ardillas, el choque de los restos mordisqueados de las piñas que estas dejan caer desde lo alto, la marea de ramas moviéndose según la ráfaga de brisa asciende por el río, los dos ciclistas que pasan por la carretera charlando de camino al pueblo... A veces hasta crees escuchar el paso de las nubes.

aspid dijo...

uuuum nus hemus levantao rumanticus...

Antonio Rentero dijo...

Pues la cosa es que en realidad estoy yo en una etapa de pasotismo sentimental... lo que pasa que la mera perspectiva de que en cuatro días ya empiezo a irme a pasar los findes a Moratalla, en mitad del monte, en ese remanso de paz y sosiego... el monte saca lo mejor de mi.