Después de unos heladicos del JagenDás paseando por el centro de Murcia y enseñándole a Ale y Rubén esas joyas murcianicas tales como la iglesia de Santo Domingo, las Cuatro Esquinas, el Casino, la Catedral y la humedad que hace por la noche, el Consejero Prández y Mamenawer se batieron en retirada con la pampera y nos dejaron al gallego y a mí hacerle frente a unos bebercios acompañados de Jazz en el Zalacaín.
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Lo mejor de la noche, esa camarera guapísima que parecía una versión mejorada de Liz Hurley, violinista en sus ratos de ocio para más señas y sorprendida por mi discutible habilidad de llevar tocando la guitarra, el bajo o el teclado desde crío sin saber leer una nota en un pentagrama.
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Pero de ella no hay foto, así que os dejo esta de los músicos, no tan guapos pero más artísticos.
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