Para agasajar a sus amigos con motivo de hacerse un añico más viejo a Juan de la Cruz no se le ocurrió mejor manera de darnos gustirrinín que invitarnos a una suculenta barbacoa en su casica de la playa.
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Una noche fabulosa, todos en la terracica bajo la luz de las estrellas, iluminados por ocasionales llamaradas, con la deliciosa ambientación musical que los allí presentes tuvimos a bien interpretar (el propio Juan, quien esto suscribe, Victoria y algún que otro valiente).
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Buen rollito, excelente pitanza, mejor compañía... ¿qué más se podía pedir?
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