3.1.13

"El Hobbit": cuando 3D HFR son las siglas de la aventura y la emoción


Si llego a ver esta película con 12 años estoy una semana dando botes.
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A "mis" 12 años, claro, porque imagino que los 12 años de los (no sé si llamarlos niños) jóvenes actuales deben ser muy diferentes: consolas, "Transformers", Internet, menos afición por la lectura...
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La última película de Peter Jackson es larga, sí, pero aunque la entrada sea más cara por aquello de pagar las tres dimensiones y los 48 fotogramas por segundo creo que compensa por la diversión y la emoción que proporciona durante las tres horas que nos mantiene en la butaca. Si tasamos la inversión en euros por minuto de película probablemente sea lo más rentable que pueda uno hacer con 10 euros un domingo por la tarde.
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Aunque como en algunas ocasiones se ha hecho quizá hubiera sido necesario que las salas de exhibición realizasen un pequeño intermedio a mitad de película lo cierto es que a mi por lo menos la película no se me hizo larga, aunque sí debo confesar que hubo varios momentos en los que pensé que ya habíamos llegado al desenlace de la historia: cuando entran a las cuevas y Bilbo se separa del grupo, cuando encuentra a Gollum, cuando el bicho feo manco envía a sus secuaces a perseguirles... a diferencia quizá de "El Señor de los Anillos: el retorno del Rey", no se me hizo pesado eso de que antes de que salgan los títulos de crédito asistamos a media docena de finales.
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Peter Jackson ha conseguido un adecuado equilibrio entre aventura, épica, humor... pero por encima de todo dota de la coherencia y solidez que ya conocíamos de su anterior trilogía al mundo imaginado por Tolkien. Aunque justo al principio marea un poco el ataque del dragón, durante el resto de la película se agradecen y disfrutan enormemente esos planos aéreos que tan bien nos ubican en una Tierra Media que empuja a preguntar el precio de un viaje a Nueva Zelanda.
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Junto a eso, momentos que permanecerán en la memoria como destilado de lo que debe ser una buena película de entretenimiento aventurero fantástico, especialmente la batalla entre los gigantes de piedra y las persecuciones por las cuevas, momentos que casi podrían ser el punto álgido de cualquier otra película y que vistos con los ojos del niño de 12 años para quien J.R.R. Tolkien escribió "El Hobbit" te clavan a la butaca y días después aún pululan por tus neuronas mientras comienzas a hacer planes para cuando, allá por 2015, las tres entregas estén disponibles en BluRay y conectes el proyector de Alta Definición.
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Y llegamos con esto a lo que quizá marque la diferencia con otras películas y que trataré en las próximas semanas de comprobar: la tecnología empleada. He visto "El Hobbit: un viaje inesperado" como supuestamente Peter Jackson prefiere que lo hagamos, en el formato 3D HFR (high frame rate), y la experiencia ha sido realmente asombrosa, como siempre debería serlo cuando la tecnología se pone al servicio del contenido, y no al revés.
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Las tres dimensiones no deberían ser un fin en sí mismo y ciertamente muchas películas casi es mejor verlas en las tradicionales 2D, ni mencionamos aquí las que han sido sometidas al proceso de tridimensionalización en postproducción casi como parte del interés por la productora en obtener mayores ingresos en taquilla y poco más. No mencionaré casos en los que la película original se rodó en 2D hace años ("Titanic", la saga "Star Wars") y que ahora se reestrenan tridimensionalizados porque además del evidente afán mercantilista también hay que anotar en su haber el hecho de que el proceso para dicha conversión suele ser casi artesanal, mucho más laborioso que el de una película rodada actualmente en 2D y ofrece resultados notablemente más logrados.
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Pero la conjunción del relieve con la duplicación de los fotogramas por segundo proyectados ante nuestros ojos, unido todo ello a la tecnología digital empleada por Peter Jackson en el rodaje ofrece una experiencia que, si bien en algunos momentos, por su tremendo realismo, casi nos parece más cercana a la televisión (esas críticas de "parece una telenovela o el vídeo de una Primera Comunión) en realidad lo que consigue es una inmersión total en lo que aparece ante nosotros. Como dijo alguna vez alguien en Twitter "con tanto 3D y tanto 48 fps y cámaras digitales al final van a inventar el teatro". Y parte de ello hay.
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Si evitamos algunos manierismos (el mencionado vuelo inicial con el ataque del dragón, por ejemplo) y momentos muy puntuales la impresión durante el visionado de "El Hobbit: un viaje inesperado" es que nos estamos asomando a una ventana por la que asistimos a las evoluciones de personajes y paisajes, resultando especialmente atractivos aquellos que sabemos que no existen (ni siquiera en Nueva Zelanda), como Rivendel, idílico y onírico emplazamiento con una especial apariencia de tangibilidad.
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Dejaré pasar unas semanas y volveré a ver la película, pero esta vez en 2D (y a 24 fps), para comprobar cómo cambia la experiencia visual, también para satisfacer la curiosidad de si se mantiene el enganche emocional con el espectador cuando despojamos la proyección de tanto aporte tecnológico. Sospecho que sí aunque la inmersión sea menor, puesto que la fuerza de esta película reside en primer lugar en la historia original de Tolkien y a continuación en el talento del visionario Jackson para trasladar a imágenes ese universo. Seguiremos informando. Será duro, pero estos sacrificios alguien tiene que hacerlos, aunque sea el niño de 12 años que todos llevamos dentro y que nunca creció, simplemente hemos aprendido a hacer que se comporte en público.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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