13.3.09

El recreo de Bartolo y punto




La gran suerte de mi trabajo es que a veces me permite encontrar oasis de paz en medio de lo que para muchos seria ajetreo laboral.
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Sales del despacho, te vas a unos Juzgados a 45 kms de distancia (algo asi estare corriendo junto a Javi el 1 de noviembre por las calles de Nueva York), pero resulta que el dia es apacible, con un sol calido y pre-primaveral, una leve brisa, y a la orilla de la carretera un pequeño camino se adentra hacia una casita de labor. A ambos lados, dos hileras de palmeras separan la senda de los bancales. El de la izquierda es de citricos, el de la derecha de almendros.
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Fronterizo entre los arboles de cultivo y las palmeras de ornamento se desparraman flores sin seguir un orden estricto. En la entrada un cartel señala que nos encontramos ante la "Finca el recreo de Bartolo y punto".
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Aparco el coche a la sombra de una cercana caseta y me olvido de la hora que es y de que no llegare a Murcia a una hora decente para comer, si acaso llego a los postres.
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Me paseo un poco por el lugar y hago unas fotos. El cielo azul esta cruzado por leves jirones de ligeras nubes. Casi me he olvidado del ocasional ruido de los coches que siguen pasando por la cercana carretera desconocedores de que se afanan por un desierto de asfalto cuando el oasis de vegetacion esta justo ahi.
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Por el camino se acerca un hombre mayor. Nos saludamos. Un apreton de manos de los que en la Huerta sirven de notario, registrador de la propiedad y juez. Su mano es dura, el apreton continua firme mientras comenzamos nuestra conversacion. Es Bartolo.
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Su vida ha estado ligada a sacar fruto de la tierra y sin amargura reconoce que la labranza es dura, insegura y desagradecida. Pero a los setentayunoscuantos que le calculo no guarda rencor a esa vida y reconoce que venir a este pedazo de paz a cuidar sus arboles, a plantar sus flores y dejarlas crecer por donde quieren y menguar por donde no pueden le sigue dando la vida. Compartimos la emocion por ver las flores entre las ramas de los arboles cada primavera y por verlas tambien entre el verde del suelo. Una acequia rebosante de agua fresca es para nosotros mas estimulante que una orquesta sinfonica tocando notas pensadas hace siglos.
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Las flores de estos ribazos, cuando el sol se marcha hasta el dia siguiente, se cierran timidas y temerosas quiza del frio de la noche. Con el nuevo amanecer vuelven a dar color a los verdes tallos de donde surgen. Esas manchas de color son meros borrones para los cientos de vehiculos que a diario pasan por enfrente, indiferentes. Yo hoy he decidido detenerme y pasar un rato a disfrutar de este descubrimiento.
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Quedamos para otro dia. Tengo que imprimir estas fotos y traerselas a Bartolo. Me dice que si no esta se las puedo dejar junto a unas cajas que tiene al lado de la puerta de la casa. Si no esta tendre que volver. Porque hare mas fotos. Tengo que encontrar una excusa, por tonta que sea, para tener la oportunidad de dejar otra vez el coche o la moto en una sombra, cruzar la frontera de asfalto, sentarme un ratico con Bartolo, hablar de nuestras cosas y no tener ninguna prisa por salir de entre flores, palmeras, naranjos y almendros.

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