Tricornio de luto

En días así hasta el sol más radiante se tiñe de oscuridad.
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ETA ha matado. Ha asesinado al Guardia Civil Juan Manuel Piñuel en el País Vasco y no ha ocasionado una masacre de milagro, pues el coche bomba que estos seres han hecho explotar junto a una Casa Cuartel de Álava ha ocasionado unos destrozos materiales pavorosos, en un lugar donde en el momento de la explosión había niños durmiendo, trayéndonos a la memoria las imágenes imborrables y dolorosas de Vic.

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Si hay un cuerpo esforzado, abnegado y sacrificado en España a la hora de mantener la ley y el orden no es otro que la Benemérita, que en muchas ocasiones suple con la voluntad y la entrega de sus efectivos las carencias de medios materiales y humanos. El Guardia Civil, en la mayoría de los casos, no busca en el desempeño de su función una simple fuente de ingresos sino que es un convencimiento íntimo de cumplir un servicio a la sociedad lo que le lleva a alejarse de su familia, a solicitar destinos duros e incómodos... peligrosos. Como el País Vasco.

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Durante décadas el Guardia Civil destinado allí ha tenido que ocultar su condición, tender el uniforme para secarlo dentro de casa y que los vecinos no lo vieran en el balcón, por si la información llegaba a alguien que un día le depositaba una bala en la nuca o le hacía una limpieza de bajos en el coche. Mi suegro fue uno de esos hombres que marcharon a la otra punta de España, desde su Almería natal en cuyo mar eterno reposan sus cenizas, con el convencimiento de hacer aquello que, más que el deber, su conciencia le exigía j,ugando las cartas del azar que un día decidieron que fuera su compañero de patrulla y no él quien pasara a la Historia trístemente como el primer Guardia Civil asesinado por ETA.

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Hoy vuelve a haber un tricornio menos defendiendo la ley, la paz, la justicia, la seguridad... esas cosas tan poco importantes para algunos seres a los que me resisto en llamar humanos. El dolor vuelve a cruzar España y una familia queda rota por una pérdida desgarradora. Rota pero no sola porque las personas con conciencia acompañamos siempre a los que sufren aunque sea desde la distancia.

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Nos queda el consuelo cierto de saber que ese tricornio que hoy está de luto pronto volverá a tener quien lo lleve para luchar con firmeza contra los desalmados, porque está claro que no hay alma en el interior de quien obra así.