F. tiene 85 años.
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Es uno de los mejores amigos que tuvo mi abuelo y supongo que cuando le veo algo de mi abuelo viene a mi con él aunque hayan pasado casi veinte años desde que nos dejase. Recuerdo siendo yo muy niño cuando F. circulaba por Moratalla a bordo de su Land Rover, el típico, verde claro y con el techo blanco. Siempre lleno de tierra por utilizarlo para ir al campo, a su finca, o de caza con mi abuelo.
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Han pasado unos cuantos años sin vernos y hoy ha venido al despacho a saludar a mi padre. Como F. ya era enjuto, con la piel avejentada por el contacto con el aire del campo y el sol, con poco pelo por arriba y encanecido en la periferia, yo siempre le he visto viejo. Ya digo que mi abuelo y él eran inseparables.
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De pequeño, cuando aún no sabía ni hablar, estaba fascinado con su coche. Los críos nos fijamos mucho en esas cosas y al menos antes solíamos jugar con cochecicos de plástico y metal, y cuando veía aparecer su Land Rover por la calle Mayor según me contaban mis padres me ponía a señalarlo entusiasmado gritando con la lengua de trapo de los que aún manchan pañales "el cucún de coquino". Cuántas veces me habré subido a ese coche y cuántas veces habré acompañado a mi abuelo y a F. hasta el punto de que forma parte del paisaje de mis recuerdos de infancia y no me cuesta sentir ese peculiar aroma mezcla de la colonia de hace casi 40 años, el tabaco y el olor a día de caza.
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Nos hemos dado un abrazo muy cariñoso, le he puesto un poco al corriente de mi vida y él a mi de sus achaques. Ya ironiza con la depresión que atravesó cuando falleció su mujer, hace más de 10 años si no recuerdo mal, pero en las ironías siempre hay un poso de amarga realidad, la de no haberlo superado. En sus propias palabras, mientras se tocaba el cuello "todavía no puedo hablar de ella, se me pone aquí un...". Y no ha podido seguir.
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La noche que murió su mujer me dijo unas palabras que no podré olvidar nunca. Recordaba cómo afrontó mi abuelo la pérdida de mi abuela, con dolor pero con entereza. F. me dijo "tu abuelo siempre ha sido para mi un ejemplo en todo... en todo... y sacaré fuerzas para poder ser como él ahora".
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Mientras estábamos hablando he visto que el cordón de uno de los zapatos de F. estaba suelto. ¿He dicho ya que F. tiene 85 años? ¿y que camina acompañado de un bastón? Buena edad los 85 para usar mocasines. Me he arrodillado y le he atado el cordón con la sensación de que hacía algo que seguramente él había hecho conmigo cuando yo tampoco podía atar mis propias cordoneras.
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La vida es esto.
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