El único blog en fase beta permanente e indefinida, con actualizaciones irregulares y aperiódicas y contenidos no siempre interesantes a casico hecho. Es lo que hay.
No sé si sois de verdad conscientes de que en algún lugar se está rodando la continuación de "TRON" (que parece que ya no se llama "TR2N", un título bastante molón, por otra parte).
Mi buen amigo José Córdoba Escamilla tiene un magnífico blog, "Un blog sobre mí, sin mí" en el que da rienda suelta a una de sus más grandes pasiones: el cine.
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Indisolublemente unido a esa pasión se encuentra la de la música cinematográfica, y fruto de su amor y de su exhaustivo conocimiento, así como de su capacidad de análisis, de síntesis y de concisión, nos regala una entrada en la que nos disecciona paso a paso el proceso por el que una partitura se acomoda entre los renglones de un guión para ayudar, de forma tan sutil como sublime, a engrandecer y enriquecer la narración que tiene lugar ante nuestros ojos mediante el uso de "leitmotivs", partituras que identifican un personaje, emoción, lugar o situación y que con su reiteración, evolución o simple presencia dotan de profundidad o complejidad a las imágenes y/o el diálogo de la película.
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José aprovecha una secuencia de "Inteligencia Artificial" para conducirnos por ese recorrido aprovechando la simbiótica relación entre el cine de Steven Speilberg y la música de John Williams, en esta ocasión sobre un guión original del gran Stanley Kubrick.
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Esperamos ansiosos nuevas entregas de esta iniciativa tan interesante como didáctica.
¿Que pasaría si el mundo entero se volviera murciano?
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La respuesta la tienes en una nueva entrega del altamente recomendable blog "PARODIAS MIL", los autores del magnífico video que demuestra que Estrella de Levante es PARA TODOS... como el agua.
Muchos no sabréis quien era Eric Woolfson, y solo unos pocos enarcaréis las cejas como muestra de saber ligeramente de qué os hablo si os digo que era la mitad de The Alan Parsons Project. Unos cuantos más asentiréis y sonreiréis al reconocer la música y el video de "Don´t answer me", emblemático tema que arrastra ya nada menos que 25 años de historia.
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Por hacer el chiste, si el otro componente esencial de ese grupo eminentemente setentero-ochentero se llamaba Alan Parsons queda claro que Eric era "the project", y algo de eso hay.
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Estos dos músicos revolucionaron el panorama musical mediante sus álbumes "temáticos", discos en los que todas sus canciones mantenían un vínculo conceptual y se convertían en ejemplos magníficos de como modernizar los libretos de composiciones antiguas, como las óperas, en las que se nos contaba una historia a lo largo de las distintas piezas, o como la música sinfónica, en la que distintos paisajes musicales nos aproximaban a narraciones melódicas.
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Eric Woolfson y Alan Parsons, ingenieros de sonido, compositores e instrumentistas, unieron sus talentos, el primero como compositor, letrista, instrumentista y vocalista (es la voz de la mayoría de las canciones del grupo) y el segundo como productor, compositor musicala y creador del concepto en torno al que giraba el álbum. Porque si algo distingue a The Alan Parsons Project es la insistencia en que cada entrega de su trabajo tuviese un tema de base que unificase el mensaje de las piezas musicales.
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Arrancaron su carrera con un insuperable homenaje a Edgar Allan Poe y sus "Narraciones extraordinarias" con un álbum titulado "Cuentos de misterio e imaginación". Posteriormente nos harían visitar los relatos de androides con cerebros positrónicos obra de Issac Asimov con "I Robot" (disco del que en cuanto a investigación musical electrónica son muy deudores, por ejemplo, Jean Michel Jarre o Mike Oldfield), los misterios de la cultura egipcia con "Pyramid", la obra modernista con "Gaudi" o el psicoanálisis con "Freudiana".
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Los ochenta terminan y en el arranque de los 90 la fórmula se agota, Parsons y Woolfson tienen intereses contrapuestos y la cosa termina de no muy buenos modos. Quizá simplemente es que el momento del rock progresivo y los álbumes conceptuales ha pasado a mejor vida. A nosotros nos quedan inolvidables momentos disfrutando de canciones que forman ya parte de nuestra memoria emocional como "Eye in the sky" (en el minuto 2:00 empieza la parte conocida por todos), "Hyper gamma spaces", "Games people play", "Time", "Sirius"...
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Por mi casa circulaba un curioso pack (que por supuesto aún conservo) con sus primeros cuatro discos en vinilo dentro de una caja que hoy sería considerada como un "special pack" de estos tan de moda, tematizado todo al estilo de "The turn of a friendly card", cada disco identificado con un logotipo que mezclaba un naipe y una cristalera emplomada. Pero los descubrí en 1984, con el lanzamiento del que seguramente fue el más comercial de sus discos, "Ammonia avenue", o como ellos mismos resumían en la funda interior del LP, "NH3 Ave.". A ese disco pertenece la canción que acompaña esta entrada, "Don´t answer me", una de las canciones más bellas que he escuchado jamás y que paradójicamente siempre se me ha "despegado" de su ya clásico videoclip, tan comiquero por otra parte.
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Un disco que contenía piezas que los que ya vamos teniendo una edad como mínimo habremos oído una docena de veces en nuestra juventud, tales como "Pipeline" o "Since the last goodbye" y del que afortunadamente interpretaron alguna canción hace unos pocos años, en la (creo que única) visita que hicieron a Murcia actuando en el Auditorio Víctor Villegas.
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Y mientras escucho esta última canción mencionada es el momento del adios, de despedirnos de Eric Woolfson, al menos un 50% de "The Alan Parsons Project", que falleció ayer, y agradecerle sincera y profundamente haber contribuido a que nuestra vida en los 80 (y después, cada vez que escuchamos su música) haya sido un poquito más feliz, un poquito más melancólica, un poquito más rica, seguramente un poquito mejor. Gracias, Eric.
El Plasmacar casi parece funcionar por arte de magia.
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De la magia de la física, podríamos añadir, haciendo así buena la célebre cita de Arthur C. Clarke que recientemente se mencionaba en la inquietante película "The Box" (de Richard Kelly, director de "Donnie Darko", otra que tal). En fin, al tema. La frase de marras dice que cualquier tecnología lo suficientemente adelantada sería prácticamente indistinguible de la magia. Seríamos públicamente braseados hace 500 años simplemente por usar la tecnología contenida en un teléfono móvil, ese aparatejo que si lo dejasemos olvidado sobre la pianola volveríamos a casa de improviso a por él... y a cerciorarnos de que realmente tenemos una pianola en casa.
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El Plasmacar parece uno de esos artilugios que dejarían a más de uno imaginando que clase de prodigioso mecanismo o compleja energía le permiten transportar a un ocupante de hasta 100 kilos de peso hasta que cae en la cuenta de que algo raro hay en ese movimiento oscilatorio en los brazos en torno al volante del chisme. Y es que el giro del volante hace que las ruedas delanteras se desplacen de manera tal que proporcionan avance.
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Quizá sea más sencillo recurrir a ejemplos de otra naturaleza menos terrestre, la náutica. Al ver el funcionamiento de este vehículo me acordé inmediatamente de la técnica de navegación conocida como ceñida, y que se usa cuando se tiene el viento en contra (no frontalmente, que ahí la navegación es imposible, claro) apurando el menor ángulo posible de oposición.
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Se realizan bordadas sucesivas a ambas bandas y en un momento determinado se gira (o traslucha) para recibir por la amura el poco viento necesario para continuar ese zig-zag que permite recorrer mucha distancia lateral pero aún una considerable en la dirección del viento que teníamos en contra.
El Plasmacar hace algo parecido, al girar las ruedas delanteras el coche se desplaza lateralmente, al girar el volante enseguida se desplaza hacia el lado contrario, y poco a poco lo que se consigue con esos múltiples desplazamientos laterales es que el vehículo vaya avanzando. Un poquito de ayuda de la inercia, la fuerza centrífuga, la gravedad y la fricción y ¡voilà!
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Como bien dice el fabricante, solo hace falta la más inagotable de las fuentes de energía: la energía de un niño. Y como a los niños les encanta la magia, seguro que encuentran fascinante el desplazarse a lomos de este singular medio de transporte tan ecológico, por otra parte. En fin, que puede que nos encontremos ante el regalo estrella de estas inminentes Navidades.
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De todas formas igual alguien debería decirle al fabricante del Plasmacar que ya no se llevan los plasmas, que ahora se lleva más el LCD.
El video "Ataque de pánico" que acompaña a esta entrada es obra del ingenio, talento y esfuerzo de UNA sola persona.
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Evidentemente si veis los créditos finales comprobaréis que no lo ha hecho TODO él SOLO, pero Fede Alvarez ha escrito, dirigido, producido, realizado las mezclas y efectos digitales, diseñado y animado los robots y naves... en fin, un autor total que, a mi modo de ver, supera incluso a los aclamados Alejandro Amenábar (escribe, dirige, produce y hasta compone la banda sonora de sus películas) o Robert Rodríguez (que además de director y compañía es montador y maneja la steady-cam).
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Fede ha soñado con un Montevideo asaltado y devastado por robots gigantescos y lo ha hecho realidad con un corto vibrante, bien planificado, bien contado, con una calidad de fotografía tremendamente profesional y que bebe de fuentes como "Monstruoso" o "Distrito 9" sin ningún complejo, permitiéndose incluso ofrecer pequeños homenajes a "El acorazado Potemkin" (que es lo que hay que decir para quedar como gran cinéfilo siempre que en una peli hay una masa que corre y un carricoche de niño que cae por unas escalinatas).
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El talento de Fede Alvarez ha sido recompensado, de momento, con su fichaje por Ghost House, productora de Sam Raimi ("Posesión infernal" y "Spider-Man" varios), lo que nos hace esperar que en breve alguien que simplemente un día colgó un video en YouTube (porque ahí es donde se ha popularizado el corto "Ataque de Pánico"), un curradísimo video, con un poco de suerte puede llegar a ser un director de cine en Hollywood.
Con unos medios técnicos adecuados (cámaras digitales avanzadísimas, ordenadores cada vez más potentes), esto es la democratización del cine, la democratización del talento.